Con este ejercicio imaginario, pretendo hacer notar la importancia del trabajo personal duro y constante. No trato de atacar al gobierno, ni de cambiarlo. En verdad, creo que los gobiernos son un mal necesario. Por supuesto, en una sociedad completa como la nuestra, debemos estar conscientes de los errores y aciertos de los gobernantes. Debemos exigir transparencia en sus acciones y respeto a nuestras libertades. No me gustan los políticos, pero no los pierdo de vista.
En las últimas décadas, el entorno cívico en el País se ha tornado definitivamente hacia la política. Este es uno de los estado con mayor participación política del país. Sin embargo, un clima de negocios en un ambiente pollitizado, lo que consigue es detener la inversión en las empresas del Estado.
¿Y esto a mi qué me importa? ¿Y dónde están mis tres deseos? El problema es que la mayoría de nosotros, consideramos que en México las empresas son ajenas a nosotros. Nunca nos vemos a nosotros mismo como parte de esa cadena productiva.
Años y años de educación distorsionada por los medios de comunicación nos han hecho desconfiar de los empresarios. El típico ejemplo son las telenovelas y sus estereotipos que se vienen repitiendo hace más de tres décadas: La niña pobre es la buena, el viejo empresario es malo.
Por lo tanto, crecemos con la idea de que la gente que se dedica a los negocios es mala, corrupta y abusiva. Claro, que hay algunos así, pero no debemos generalizar, sobre todo si nos consideramos a nosotros mismos como gente de negocios, que compramos y vendemos, producimos y trasladamos.
Así es, todos los días, todos hacemos negocios: el obrero, el empleado, las amas de casa, los tenderos. Y cuando hablamos de que no hay inversión para los negocios de México, debemos entender que eso significa que no habrá inversión para nosotros y nuestras familias tampoco.
Mientras más migrantes mandamos a Estados Unidos, menos personas se quedan en el mercado interno. Menos gente compra nuestras tortillas, nuestros dulces, nuestras casas y nuestros servicios. Entonces, ¿debe el Gobierno resolver nuestros problemas?
Ahora si. Por una vez imagine que el gobierno le concede tres deseos. ¿Cuáles pediría? ¿Más Policías? ¿Mejores Policías? ¿Hospitales? ¿Menos Impuestos? ¿Petróleo? ¿Universidades? ¿Libertad? ¿Carreteras? Piense en grande, pida. Supongamos que sus tres deseos se los cumplen en tres semanas. ¿Y después? ¿Qué estaría haciendo usted dentro de un mes? A trabajar, ¿verdad?
Este mismo escenario se lo hemos planteado a empresarios y a estudiantes que se quejan del gobierno; también a amas de casa, a políticos y el resultado es el mismo: “Si el Gobierno resolviera mis problemas actuales hoy, mañana yo tendría que seguir trabajando y esforzándome cada vez más”.
Es decir, las raíces de los problemas económicos pueden ser el gobierno, los empresarios, los extranjeros, la globalización, los templarios o los marcianos. Pero la raíz de las soluciones económicas somos todos nosotros.
Usted es su propia empresa. Si es empresario, produzca y venda. Si es empleado, considere que le vende servicios de oficina a otra empresa cliente. Si es obrero, haga de cuenta que le vende servicios de manufactura a la planta. Su trabajo es su producto. Mejórelo día con dia.
Un último consejo: No se deje abusar, pero decídase a producir esta semana, el doble de la anterior.
Lic. Juan Enrique Sandoval MBA
Consultor de Negocios
www.skillsa.com
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